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Archivo de la etiqueta: ser humano

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Somos Naturaleza. Así se titulaba una entrevista realizada por el periódico El País al escritor y académico José Luis Sampedro (1917-2013) cuando éste tenía la edad de 94 años. En ella dejaba claro que todo cambió en sus esquemas de pensamiento desde que empezó a ver al hombre como una especie biológica, como un ser privilegiado, pero natural.

Debemos admitir que somos Naturaleza y que esta condición es irrenunciable e intrínseca a nuestra existencia como seres humanos. Aunque queramos, no podemos dejar de ser naturaleza y es por esto que todo aquello que nos aleja de nuestra esencia nos hace sentir mal y tiene consecuencias negativas en nuestra salud y en nuestros estados de ánimo.

Deberíamos replantearnos nuestro modo de vida y empezar a pensar en las consecuencias que puede llegar a sufrir una sociedad cuyos individuos pasan más tiempo interactuando con máquinas (móviles, ordenadores, televisión, videojuegos…) que con otros individuos o con la propia naturaleza que, en última instancia, es nuestro hábitat.

El hombre se está aislando de la Tierra y de su entorno natural y ya estamos empezando a sufrir las consecuencias que trae esta forma de vida, materializadas mediante el aumento del número de casos de enfermedades graves como el cáncer, la depresión, las alergias y otros trastornos físicos y mentales.

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He aprendido mucho estudiando la obra de un arquitecto vienés llamado Friedensreich Hundertwasser (1928-2000), y de la lectura de sus manifiestos y teorías sobre el arte, la arquitectura, la ecología y la armonía con la naturaleza.

Hundertwasser se pasó media vida mostrando su determinante oposición a la arquitectura racionalista de la Bauhaus y del movimiento moderno llegando al punto de afirmar que la miseria humana era el resultado de una arquitectura monótona, estéril y repetitiva surgida de una corriente de pensamiento que no contemplaba la individualidad de las personas ni su condición de ser humano.

Es muy conocido el manifiesto que habla del «Derecho a la Ventana y el Deber hacia el Árbol» en el que Hundertwasser llega al extremo de afirmar que «El que vive en una casa debe tener derecho a asomarse a su ventana y a diseñar como le apetezca todo el trozo de muro exterior que pueda alcanzar con el brazo. Así será evidente para todo el mundo desde la lejanía que allí vive una persona.»

 

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Hagámonos las siguientes preguntas:

¿Sentimos que la casa en la que vivimos es, en esencia, una prolongación de nosotros mismos o de nuestra familia?

¿Hemos adaptado nuestra casa a nuestra forma de vivir o hemos adaptado nuestra forma de vivir a nuestra casa?

¿Tenemos en casa los espacios que realmente necesitamos para descansar, relajarnos, hacer vida familiar y relacionarnos?

¿Podemos plantar un árbol o un huerto en nuestra casa?

¿Podemos tomar el sol?

¿Sentimos que nos relacionamos con la naturaleza estando en nuestra casa?

Si una vez que hayamos respondido a estas preguntas volvemos a hacernos la primera de ellas y la respuesta es SI, de forma contundente, podremos considerarnos personas muy afortunadas, que tienen un espacio físico adecuado para su propio desarrollo.

Pero si la respuesta es NO, deberíamos abrir un periodo de reflexión e indagar en los límites que  nuestra casa pone al desarrollo de nuestras vidas como seres humanos y hasta qué punto no debemos fijarnos como objetivo realizar modificaciones que mejoren la situación y amplíen nuestro campo de oportunidades de desarrollo personal.

El uso cada vez más extendido de materiales industriales en sustitución de materiales naturales tradicionalmente empleados en la construccción y la torpeza en el aprovechamiento del espacio, de la luz natural y el soleamiento hacen que las arquitecturas que habitamos sean cada vez más frías y carentes de inspiración. Es difícil desarrollar creatividad en ambientes estériles y asépticos, sin pasión.

Decía José Luis Sampedro que un hombre solo no es nada, que necesita relacionarse con otras personas y con su entorno natural para poder desarrollarse como ser humano.

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Quizá esto suene utópico, pero creo que debemos continuar reivindicando que todos tenemos derecho a una vivienda digna, y lo digo aún sabiendo que este derecho está recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en todas las constituciones de todos los países que tienen constitución.

Para empezar, sabemos que este derecho no se atiende para todas las personas, ni siquiera en los países más desarrollados, pero la cuestión de base en la que todavía no se ha entrado de lleno es en que la dignidad no se mide ni en euros, ni en metros cuadrados, y que debemos empezar a considerar que una vivienda es digna en la medida en la que permite a las personas desarrollarse como seres humanos en su individualidad, con su familia y en comunidad, y que les permita sentirse integradas en un entorno en armonía con la naturaleza. Tenemos derecho a esto.

Hablo de luz natural, de alegría, de espacio, de soleamiento, de silencio, de confort, de sostenibilidad, de atmósferas, de armonía, de convivencia, de intimidad, de aire, de seguridad, de energía, de flexibilidad, de árboles, de recuerdos, de momentos, de belleza, de pájaros, de escenarios, de regazo, de personas, de sensibilidad…

En fin, hablo de arquitectura, como siempre.

 

Más en http://sergiovaladez.carbonmade.com

Fotografías extraídas de http://www.hundertwasser.at

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SIN DUDA, ESTE ES NUESTRO MOMENTO:

Sí, este es nuestro momento. Ha llegado la hora de pensar la vivienda desde y para las necesidades básicas del hombre como SER HUMANO, como individuo que siente y piensa.

VIVIR, SENTIR, PENSAR, REÍR, LLORAR, CRECER, RESPIRAR, EMOCIONARNOS, COMPARTIR, AMAR…

Necesitamos un espacio para todo esto, nuestro propio espacio, y es la vivienda el espacio más íntimo de una persona, el lugar donde nos quitamos la máscara y nos permitimos ser nosotros mismos.

Deberíamos dar a las personas la posibilidad de crear un vínculo tan fuerte con su vivienda que ésta pueda llegar a ser, en cierto modo, una extensión de su ser.

Entendemos que la creación de este vínculo requiere tiempo. Es necesario que la persona tome contacto con el espacio del que dispone y empiece a vivirlo, a sentirlo, a hacerlo suyo. Y una vez que el espacio y la persona estén conectados, ésta debe empezar a amoldarlo a sus necesidades, a manipularlo, a transformarlo, a diseñarlo, a colorearlo, a amueblarlo, a ampliarlo, a VIVIRLO.

Hoy sabemos que el volumen físico medio de un ser humano adulto es 0,0664 m3. En contraposición al volumen material de la persona, también sabemos que en el plano emocional, la burbuja proxémica de un ser humano, que es el espacio material circundante que una persona necesita para no sentirse invadido (algo así como nuestro volumen personal), depende de las circunstancias y de los estados de ánimo de esa persona. Esta burbuja debe ser respetada siempre. Y es que a veces necesitamos mucho aire para poder respirar y otras veces lo que necesitamos es estar recogidos y protegidos en espacios reducidos, casi escondidos. Nuestra casa debe permitirnos esto.

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En nuestro estudio estamos trabajando en una tipología de vivienda que se ajuste a todo esto, que se ajuste al ser humano. Se trata de una vivienda flexible, capaz de evolucionar, que se entrega terminada, pero incompleta. O completa, en el caso de que el espacio que se propone se amolde completamente a las necesidades de la persona o personas que la habiten.

Si la vida cambia y tus circunstancias cambian, tu vivienda debería acompañarte en ese cambio, debe ofrecerte el escenario apropiado para que las personas que vivan en ella puedan continuar creciendo como seres humanos.

Si, por ejemplo, estás soltero o soltera, tus necesidades serán unas y tu cabeza estará en un determinado lugar. Si luego conoces a alguien, de repente tu cabeza cambiará de lugar. Si la cosa prospera, tu cabeza se irá a un lugar que jamás hubieras imaginado y entonces será cuando tu vida y tus necesidades habrán cambiado.

Si en el transcurso de la vida llega un hijo, entonces sentirás un terremoto dentro de tí y esto deberá notarse en tu sonrisa, en tu mirada y también en tu vivienda. Si llega otro,… ni te cuento.

Los hijos crecerán y tu vivienda deberá abrazar ese cambio. Los hijos seguirán creciendo y algún día se marcharán. Quizá te divorcies. Quizá vuelvas a tener pareja. Quizá no. Quizá cambies de vivienda, o de ciudad, o de país. Y vendrá otra persona, con todo su universo de circunstancias. O no. Quizá envejezcas en esa vivienda, o quizá envejezcan otros. Quizá otros vuelvan a empezar ahí. Quizá… Quizá… Quizá… ¿Quién sabe?

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Lo único que es seguro es que vas a vivir y que la vida es cambio, es crecimiento, y es evolución.

Este es el reto que hoy nos planteamos y la tipología de vivienda que nosotros proponemos surge de entender todo esto, surge de entender la vida como un proceso dinámico y activo al que una vivienda debe poder adaptarse, porque tenemos la firme convicción de que la arquitectura debe estar al servicio del ser humano. En caso contrario, no la llamaremos arquitectura, será otra cosa.

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 Estas reflexiones surgieron en el proceso de elaboración de una propuesta para un concurso de innovación en la vivienda. Para ver la propuesta presentada haz clic aquí:

http://sergiovaladez.carbonmade.com/projects/5379253

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